La placenta es un órgano maravilloso que se ocupa de hacer posible la vida de nuestros bebés a lo largo de toda su gestación intrauterina. Una vez alumbrada su vida continúa, es el alimento medicina que la naturaleza prevé para la mujer luego de parir, restaurando en cantidades fundamentales hormonas, vitaminas, minerales y es también una vez sembrada nutrición para la tierra, madre que todo hace posible. Su ciclo es de vida, no culmina nunca, continúa y se transforma.
Pero la placenta no es solo ello. Así cómo cada bebe es único e irrepetible cada placenta dibuja en su árbol, una información exclusiva. En ella y en toda su sangre no solamente está el caudal genético y energético de esa nueva familia sino, de todo su linaje. Acercarse a una placenta, observarla, leerla, es acercarse a lo más sagrado del amor entre las personas, a la integración de su biografía, al relieve de sus luces y sus sombras, a los caminos transitados y a los desafíos. Es portadora de la comunión de las sangres, de ríos y arroyos de ancestralidad, de lo inmediato y lo remoto. Podemos sentir en ella cuándo la tenemos cerca un vórtice de energía, un canal donde el universo se hace presente.
Ritualizar una placenta puede ser profundamente sanador, muchas mujeres si se atreven a trascender el prejuicio o el tabú y le dan el lugar que ocupa como medicina para el cuerpo y el espíritu, se conectan por primera vez con su sangre, con los misterios que en ella habitan, para luego por el resto de su vida honrar ciclo tras ciclo sus lunas. En otras tantas ocasiones, el mero encuentro entre familia y placenta nos ayuda a sanar heridas emocionales del parto. Retirarla de la Institución y devolverle la sacralidad en ese encuentro en el hogar nos llena de oxitocina, de gratitud y de poder.
La placenta es Medicina, es ritual, es procesos que nos atraviesan, es misterio, es cuerpo, es Espíritu, y es sagrada. Así nos lo han transmitido y así hemos decidido transmitirlo las mujeres que con útero y sangre hemos parido todos los procesos y todos los caminos que nos han encontrado en este aquelarre que somos Placenta Raíz de Vida. Porque cada vez que tenemos el honor de ser convidadas por una familia a acompañar su ritual placentero y a acercarles opciones de conservación de su medicina lo hacemos HABITADAS.
En honor a esta tarea que con mucho amor llevamos a cabo nos sentimos guardianas de lo ancestral. Por respeto a las culturas de las que somos y de las que no somos parte. Cualquier mujer puede apropiarse de su placenta sencillamente porque es suya, ella la parió, así como también puede escoger los diversos procedimientos que le resulten adecuados para su conservación y emplearlos sin asistencia. De la misma forma en que podemos parir sin asistencia, es el poder de lo propio, de la mujer habitada que desborda espíritu y poder. Quienes deciden convocar nuestra propuesta resuenan con nuestra manera de abordar nuestro trabajo y los cuidados materiales y energéticos que asumimos. Así nos ha sido transmitido este saber por nuestras maestras y así nos comprometimos a traspasarlo, apelando a que todas aquellas mujeres que han tomado esta información van a llevarla adelante con sacralidad y respeto. No lo hemos visto por videos o acudido a las redes sociales. A la recepción y a la transmisión de este saber le hemos puesto el cuerpo.
La placenta es el único órgano que el cuerpo nos brinda en este plano para que podamos vincularnos mediante las diversas maneras que a cada mujer le resuena. En este pasaje, de la vida uterina al exterior, no hay sufrimiento. La placenta no es un hígado, ni un riñón ni cualquier órgano mamífero que para que esté de este plano, extracorpóreamente, indefectiblemente debe estar implicado algún tipo de sufrimiento.
Apelamos a que quiénes estén transitando por esta ruta placentera olvidando lo sagrado, lo misterioso, lo ancestral y lo espiritual de esta Abuela Placenta se detengan a revisar, a habitarse, a vincularse de otra manera, que nos nutra como red. Mientras tanto, nosotras, seguiremos convidando este otro camino…
Por Mariana Laburu
Equipo Placenta Raíz de Vida